sábado, 21 de enero de 2017

Análisis de "Mensaje sin destino" Mario Briceño Iragorry



ANÁLISIS DEL “MENSAJE SIN DESTINO”
Autor: Mario Briceño Iragorry
Estudiante: Jorbrand Alejandro Isturde


Crisis es, quizás, una de las palabras más adecuadas para catalogar la turbulenta evolución o (involución) histórica de la joven sociedad venezolana como nación. En diversas oportunidades el país ha atravesado situaciones difíciles en el campo político y económico, los hechos son el reflejo más irrefutable de esto. Las dictaduras de Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez y la dupla Chávez-Maduro, que esta pronta a decretarse abiertamente como una feroz dictadura, son una muestra clara de la inmadurez política que predomina en la población. Por otra parte Venezuela afronta una aguda crisis económica, tal vez una de las más duras de su historia, aunque no es primera vez que esto sucede. A comienzos de los años 80 también se vivió una fuerte recesión debido al endeudamiento del país posterior al boom petrolero. Sin embargo, esta sombra no siempre ha opacado la luz de la nación. El ejercicio de la democracia y el crecimiento económico también han sido actores, aunque con poca participación, en nuestra historia. Pero, sin duda, el virus que se ha expandido por todo el territorio nacional y no ha sido posible erradicar jamás es el de la crisis socio-cultural, lo que Mario Briceño Iragorry define como la “Crisis de pueblo”. 

Del texto “Mensaje sin destino” de Briceño Iragorry, me atrevo a rescatar la siguiente frase que concentra la esencia del párrafo anterior: “En Venezuela, desgraciadamente, hay, sobre todas las crisis, una crisis de pueblo.” Hay una escasez de cultura. Hay una escasez de memoria. Nuestro pueblo solo parece poseer memoria a corto plazo, y como reza el dicho: “El que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Nada más acertado para el gentilicio venezolano que siempre tiende a cometer los mismos errores, a tomar las decisiones que nos alejan de la patria grande que soñó Bolívar, y por la cual él y muchos venezolanos lucharon y entregaron su vida. Es por eso que se debe hacer hincapié en la difusión de nuestra historia independentista, para que se entienda que el nacimiento de la República no fue un simple capricho de algunos, sino una necesidad de la sociedad que, a pesar de su gran potencial económico y humano, vivía oprimida por el Reino de España. El proyecto de la República de Venezuela, sin duda, es muy grande, pero mientras los que hacemos vida en ella no logremos tener identidad será muy difícil hacerlo realidad. 

Todas las crisis que vive y ha vivido el país vienen derivadas de la falta de identidad histórica con nuestros próceres y con la gran sociedad civil que los acompañó. En tal sentido Briceño Iragorry expresa: “La anarquía indisciplinada y la desagregación mental, que son reatos dolorosos de la sociedad venezolana, sumados a la carencia de vertebración moral ocasionada por nuestra imperfecta asimilación de la historia, explican nuestra crisis de pueblo, causa y efecto de las otras crisis que tratan de investigar los críticos: responsabilidad, jerarquía, urbanidad, literatura, libertad, economía, institucionalismo...” Parece que con la llegada del siglo XX los héroes que hicieron posible la libertad de la nación pasaron a ser personajes ficticios que no pueden ser imitados, y por lo cuales se siente admiración pero no la suficiente para causar inspiración. 

La sociedad republicana de Venezuela no se ha dado a la tarea de cumplir con el compromiso histórico que legaron sus fundadores, han evadido la responsabilidad de construir país, de arraigar para siempre en las generaciones futuras el deseo y la necesidad de hacer patria, de sentirse identificado con sus raíces y defenderlas ante cualquier ataque. Con respecto a esto Iragorry refiere que: “..nuestra gente no ha logrado asimilar su propia historia en forma tal que pueda hablarse de vivencias nacionales, uniformes y creadoras, que nos ayuden en la obra de incorporar a nuestro acervo fundamental nuevos valores de cultura, cuyos contenidos y formas, por corresponder a grupos históricamente disimiles del nuestro, puedan, por aquella razón, adulterar el genio nacional.” Los venezolanos a pesar de celebrar y reconocer los triunfos de nuestros héroes, no hemos sido capaces de aceptarlos como nuestros y admitir que eso es lo que somos.

Venezuela vive una anarquía cultural. Muchas personas están completamente desconectadas de su valor histórico, y de las gestas que han hecho grandes no solo a Bolívar, Sucre y Miranda, por nombrar algunos, sino a los soldados, los estudiantes, y el pueblo que han hecho posibles la caída de dictaduras y la defensa de la patria ante amenazas extranjeras. Nuestra sociedad ha utilizado la grandeza de nuestro pasado como un refugio para evadir la responsabilidad que tienen ante la construcción del país. Iragorry tenia esto claro y así lo mencionó: “También nos valemos del Libertador para cubrir con los resplandores de su gloria lo opaco y menguado de nuestra realidad cívica.” 

En los 200 años de historia republicana que tiene el país ha ocurrido grandes cambios. Del modelo agrícola se pasó al modelo rentista petrolero, de ser una nación receptora de inmigrantes se convirtió en productora de emigrantes, de ser cuna de libertadores a un pueblo anti histórico. La crisis ha hecho estragos, la falta de cultura no permite que le demos valor a la historia de nuestro pasado que está lleno de triunfos y sacrificios. Al final del texto el autor hace un llamado que me parece fundamental citar: “A tantas crisis como azotan a nuestro pueblo, no agreguemos la crisis de la desesperación y de la angustia, aunque sea ésta, como dice Kierkegaard, buen instrumento educativo de la posibilidad. Procuremos a todo trance que nuestra agonía no sea para morir, sino para salvar el irrenunciable derecho de nuestro pueblo a la libertad y a la justicia.” Y me permito agregar que no se debe permitir, bajo ninguna circunstancia, que el terrible mal de la desesperanza se propague por Venezuela, porque entonces, ahí, se habrá perdido el país.

“De la vida antigua arranca la obra del progreso nuevo”.